Un, dos, hip aro!

a las 1:12
Cuando vaya a visitar a la familia en la sabana me van a comer hasta las marmotas. Es fácil culpar a René, de haber perdido mi forma y mi fondo de gacela. Ahora soy como una gacela esperando quintillizos con la cornamenta y todo. En realidad, el único deporte que practicamos con regularidad es el sexo. Pero, incluso ahí, tenemos interrupciones cuando en los momentos de ardiente pasión se dispara el aviso del móvil: Disculpe no le he entendido. Puede repetir... y claro, la risa te hace perder toda la concentración en el asunto.

René afirma que antes de conocerme también hacía mucho deporte. Alguna vez en casa le he visto hacer sesiones espartanas de cosas con nombre inglés y saltos y bailes, de esas que si te pones un sombrero de plumas en la cabeza, acaba lloviendo. Pero sus sesiones darían para un chirimiri porque duran lo que tardo en comerme una bolsa de palitos de pan con pipas. Lo bueno es que, al acabar, se come 3 hamburguesas, una bolsa de Ruffles y un helado. Lo ganado por lo perdido.

Hace poco apunté a René a un curso de surf, más que nada para que perdiera el miedo al agua y le acabara cogiendo el gusto al asunto. En más de una ocasión he tenido que ir solo porque eso de levantarse a una hora que solo tenga un dígito lo lleva muy mal. En la última de estas clases, el monitor nos dice:

- Venga, chicos, vamos a calentar.

La última vez hizo la clase con nosotros un niño de 7 años y para calentar sólo tuvimos que correr hasta una papelera que estaba a 20 metros.

- ¿Hasta la papelera, no?

- No, hombre. Hasta allá.

Un allá que me hacía intuir que los que vivían por aquella zona debían hablar mauritano o mauritanés o maurialgo. Un allá a los que ningún ser humano había llegado jamás. Un allá al que el Enterprise no había llegado todavía.

Yo no he calentado nunca para entrar al agua. Me pueden los nervios y las ganas de entrar. No entendía que fuera a ser más duro el calentamiento que el deporte que iba a hacer. Así que acabé haciendo el recorrido andando, parándome a hacer fotos y a comprar un helado. Corrí los 2 últimos metros,  allí estaban los dos Leónidas haciendo más calentamiento. Llegué, me tumbé y admití:

- Yo creo que sólo voy a venir a las clases si coincidimos con niños de 7 años.
 Sube la música lirolililoliiiwedon’tneedanotherheroooo. Aparecen unos cervatillos Disney con cinta elástica en la cabeza y fundido en negro.

Ya están aquíiiii

a las 23:29
"No me voy a volver a enfadar". He tenido que hacer una captura de pantalla de este mensaje que me envió René el otro día. René se enfada por cualquier cosa. Es una jirafa gruñona. El otro día se despertó y me dice:
- ¿Hicimos las paces anoche o aún estoy enfadado contigo?
Otro ejemplo lo tenemos cuando me dice:
- Creo que me había enfadado contigo pero ahora no me acuerdo del porqué.
Luego se le pasa. En gran parte porque yo paso de darle vueltas y dejo que se enfade sólo. Porque sabe que cuando se le pase me tiene allí esperando, como siempre. El mismo que le va a hacer enfadar dentro de pocos minutos. El mismo que le dijo que mataría monstruos por él, pero claro, uno no espera encontrarse monstruos en cualquier esquina. Uno no espera encontrarse monstruos en Girona. Que soy un ñu de ciudad y en las ciudades sólo tenemos Godzillas y aliens.
Fuimos a tomar un café a una cafetería de Girona, una de esas americanas donde ponen 27 ingredientes al café: nuez moscada, vainilla, cacao, espuma de leche, algo de leche, canela, pimienta, espuma de leche, sandía, nuez moscada, azúcar, espuma de leche, cebolla picadita en juliana, licor de cereza, kirsch, nata, espuma de leche, coco rallado, jengibre,.... y sacarina. Nos subimos al piso de arriba porque no había nadie y porque estaba mucho mejor decorado. Las mesas estaban formadas por palés y todo tenía un aspecto de lo más cuidado. El mérito se lo podemos atribuir al cartel: POR FAVOR NO PONGÁIS LOS PIES SOBRE LAS MESAS NI LOS SOFÁS.
- Anda, con lo bonito que está todo esto. ¿A quién se le ocurriría poner los pies sobre las mesas? No creo que haga falta el cart...
- ¡¡¡Walter!!! ¡¡Acaba de entrar un bicho gigante volando por la ventana!!
- Bueno, no será para tant... ¡Madre de Dios de los portaviones!
La estrella de la muerte de los bichos volantes, un insecto gigante como un balón de nivea con alas como los remos de los barcos de Ben-hur. Nosotros gritando, René consigue eludir al acorazado Potemkin y huye hacia las escaleras, el halcón milenario intercepta mi huida... Así que, mi única posibilidad para sobrevivir era subirme chillando a la mesa porque todo el mundo sabe que los insectos no atacan a los ñus que se suben a las mesas. Mientras esperaba la llegada de Bill Murray, Dan Aykroyd, el negrito y el de las gafas, aproveché un hueco por encima de los sofás que me permitió llegar a las escaleras al grito de:
- ¡Que viene a por nosotros! ¡Que se ha quedado con nuestras caras!¡Corre!
Una vez refugiados en las escaleras, en ningún momento se nos ocurrió pensar que debía pasar por la cabeza de los clientes y propietarios que estaban en la planta baja. Pero aprovechamos el despiste de la nave nodriza cuando se acercó a la terraza y lo dejamos encerrado fuera. Apoyadas a la puerta pusimos tres sillas, una mesa y un anuncio de cerveza Moritz por si se le ocurría empujar para volver a entrar.
Entonces, nos pudimos sentar a seguir con nuestro café, como si no hubiera pasado nada, al más puro estilo british pero, no sin antes girar el cartel "POR FAVOR NO PONGAIS LOS PIES SOBRE LAS MESAS NI LOS SOFÁS" que nos miraba suspicazmente.
Sube la música lirolililoliiiYou'reinthearmynowOhohyou'reinthearmynow. Aparecen unos cervatillos Disney flasheando a los pajarillos y fundido en negro.
 

Mi Amigo Walter